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Tengo que agradecerle a mi padre mi afición por la lectura. Sin embargo, fue en el instituto donde empecé a escribir poesía, gracias a un profesor de filosofía. Aún conservo esos poemas y diarios de la época. Esta pasión por los libros y por la escritura me animó a dar un cambio de rumbo para estudiar filología hispánica, y no me arrepiento. Así continué leyendo e investigando, también literaturas extranjeras, me especialicé en literatura latinoamericana. Con la llegada de mis hijas, redescubrí la literatura infantil. La lectura de un cuento a la hora de dormir se ha convertido en nuestro ritual mágico.
